Los síntomas más habituales asociados al cambio climático, como los eventos extremos en forma de gotas frías o las largas sequías que se observan en buena parte de España, podrían deberse al uso y abuso de métodos de geoingeniería militar, como el chemtrail (estelas químicas visibles en el cielo) o la ionización de la atmósfera.
De confirmarse la realización sistemática de estas prácticas a nivel global, podríamos afirmar que el cambio climático estaría generándose artificialmente, poniendo en tela de juicio la verdadera causa del cambio en los patrones climáticos y el calentamiento global o aumento medio de las temperaturas.
¿Leyenda urbana o realidad?
No hay nada confirmado, pero los indicios y sospechas sobre la realización de fumigaciones clandestinas van en aumento. No sólo son las denuncias de cientos de agricultores y ciudadanos, sino también de especialistas en la materia, que también están empezando a dar la voz de alarma.
Son cientos, miles los avistamientos que, en los últimos años, han acabado en denuncia ante la Guardia Civil, y que actualmente están siendo estudiados por el Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona), si bien casi todos ellos adolecen de falta de pruebas.
Por lo pronto, no ha podido constatarse su práctica, pero las primeras voces a nivel institucional están comenzando a hacerse patentes. Además de algunas mociones de censura y quejas a la Comisión Europea por parte de distintos partidos políticos, algunos especialistas, entre ellos meteorólogos de la Agencia Estatal de Meteorología de España (AEMET) o ingenieros agrónomos, afirman que se están llevando a cabo este tipo de prácticas.
Su uso fraudulento también se ha denunciado en otros muchos países, como Argentina o Alemania. En este último, la mayor cadena internacional de televisión privada germana, RTL, aseguró que los chemtrails son práctica común del Ejército, que realiza para modificar el clima.
Aviones militares del Ejército Federal Alemán están manipulando nuestro clima, estos es lo que los investigadores y expertos del clima presumen y sus sospechas se han visto confirmadas (…) Podemos decir con un fiabilidad del 97% que lo que tenemos entre manos son estelas químicas (“chemtrails”) comprimidas por finas partículas que contienen polímeros y metales, empleados para distraer y despistar las señales de radar.
¿Prácticas legales?
La fumigación por aviones fuera del control oficial de radar para cambiar el clima es una práctica prohibida con fines militares. Sin embargo, hay leyes que la autorizan como iniciativa gubernamental con otros objetivos, según recoge el artículo 3 del Real Decreto 849-1986, de 11 de abril, en el que se afirma que “La fase atmosférica del ciclo hidrológico sólo podrá ser modificada artificialmente por la Administración del Estado (…)”. En estos casos, de acuerdo con el artículo 3.4, cuando los procedimientos empleados impliquen el uso de productos peligrosos para la salud, se exige un informe favorable de Sanidad para su autorización.
Manipulación del clima
La manipulación del clima, lógicamente, puede provocar un grave impacto en el medio ambiente y, a su vez, en la salud pública. Este tipo de prácticas se centra, sobre todo, en hacer desaparecer nubes de lluvia y abarca desde la creación de nieblas o su eliminación, con el fin de provocar, o de evitar lluvias, de minimizar los efectos del granizo y de crear un clima soleadoque favorezca al sector del turismo.
Según el Informe Global de la Corrupción del Cambio Climático, realizado por la asociación Transparency International (TI), “la dispersión intencionada de azufre para oscurecer el sol podría potenciar el aumento de la lluvia ácida o exacerbar la reducción de la capa de ozono”.
El ciclo hídrico, esencial para la salud de los ecosistemas a nivel mundial, se vería alterado, y con él vendría la destrucción de áreas naturales y una reducción de las cosechas, con lo que se sufriría una importante carestía de alimentos y de recursos tan básicos como el agua.
El cambio de los patrones naturales del clima a través de la introducción en la atmósfera de sales de aluminio, titanio, bario y torio, entre otros compuestos tóxicos, en suma, envenenan el aire, agua y la cadena alimentaria, repercutiendo en nuestra salud de un modo inédito hasta ahora. Se trataría de un problema de salud pública de tales dimensiones que ni siquiera podemos imaginar.
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