El ilustrador polaco Igor Morski nos enseña con su serie System Failure que el mundo es un lugar menos acogedor de lo que pensábamos.
Parece ser que vivimos en el mejor de los mundos. O eso dicen. En nuestro primer mundo lleno de comodidades materiales, de facilidades y de oportunidades. Sin guerras, hambre, conflictos ni pandemias. Esos problemas que solo afectan a la otra mitad del planeta, al "otro mundo".
Y lo triste es que nos lo hemos creído, en una suerte de optimismo ingenuo del que no sabe, o no quiere saber.
Porque los cierto es que las relaciones sociales fallan.
El amor falla.
Los sentimientos fallan.
La economía falla.
Los valores fallan.
El ser humano falla.
El sistema falla.
El artista e ilustrador polaco Igor Morski crea imágenes surrealistas en las que retrata su visión diferente del mundo.
Las familias ya no reman en la misma dirección. El individualismo ha impregnado hasta el último reducto de nuestras vidas y ha llegado incluso a nuestras casas. Al final, los mayores afectados son los más pequeños. Porque, ¿quién se va fijar en la mirada asustada de un niño cuando se está concentrado en remar en dirección contraria?
Crecemos sin saber crecer. Crecemos hasta que nuestro niño interior se ve un buen día atrapado entre los hierros del mundo adulto. El niño interior se ha olvidado de jugar. No improvisa, no imagina más allá de las próximas vacaciones o el próximo sábado. Lo único que puede hacer es tratar de llenar ese molde de hierros que otros han diseñado. Rara vez hay júbilo en eso.
El culto a la belleza es la nueva religión de masas. Las dietas interminables, las operaciones, las máscaras, los cortes y la cirugía estética... Soñamos con la versión mejorada de nosotros mismos, sin darnos cuenta de que, quizás, esa versión es un poco menos nosotros.
En su serie System Failure, Morski analiza y pone en entredicho el culto a la belleza, la codicia, la crisis económica y de valores que afecta a nuestro mundo moderno
Nunca hemos estado tan vigilados como ahora. Sal a la calle, sube la mirada. ¿Lo notas? Probablemente haya alguien o algo observándote. Una señora desde el balcón o la cámara de seguridad del banco. O quizás el último drone de Google.
Sonríe, saluda, di algo, o haz algo verdaderamente estúpido. Y es probable que esta tarde salgas en el telediario.
En nuestra sociedad moderna perder el tiempo está prohibido. Inviértelo. Aprovéchalo. No lo malgastes. Produce.
Que la rueda del progreso siga en marcha. Tú no eres más que carne para la máquina.
Ya nadie se imagina vivir sin smartphone. Ese móvil que te posee y cuando quieres darte cuenta hace que estés totalmente atrapado en sus redes. Casi como si fuera una araña. Y tú su presa.
Las ciudades han dejado de ser amigables para convertirse en depósitos de humanos. Seres vacíos vagan por sus calles, esquivando los coches, las bicicletas y al resto de humanos con los que se cruzan de camino al trabajo.
Los días en la ciudad pasan lentos, encallados en una especie de cadencia monótona. Casa-trabajo-casa. Casa-trabajo-casa. Lunes-Viernes. Viernes-Lunes. Y así durante los 365 días del año.
Imágenes crudas que sirven para quitarle la máscara a nuestro feliz "primer mundo"
Este mundo ya no se mueve por amor. El estatus se mide en billetes y las monedas son el único medio que tenemos para llegar más alto.
¿Y qué hacer cuando te das cuenta de que no vives en el mejor de los mundos?
Habrá quien diga que de ahí vienen las drogas. Un remedio rápido por vía intravenosa. Una manera fácil y rápida de acabar con el estrés, con las prisiones, con la rutina y los dramas . Aäun siendo perfectamente conscientes de una cosa: todavía no se ha inventado una droga lo suficientemente potente para calmar a todos nuestros demonios.
El mundo está ardiendo y nosotros no queremos ver las llamas.
Toma asiento, bienvenido a la destrucción de nuestro planeta.
Por Silvia Laboreo
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