De ojos claros y tez blanca, se cree que son los descendientes perdidos del ejército de Alejandro Magno cuando invadió India.
Al norte de la India, en las estribaciones de los montes Himalaya, en una zona donde convergen los límites de Pakistán, el Antiguo Afganistán, la antigua Unión Soviética y China, se encuentra el mítico país de los Hunza. Un pueblo de poco más de treinta mil ciudadanos alegres, amistosos e increíblemente saludables y longevos, pues se asegura que prácticamente no conocen enfermedades y tienen un promedio de vida de 100 años (muchos alcanzan a vivir, de hecho, hasta los 130 años).
Ya en 1970, cuando se construyó la carretera que uniría las antiguas rutas de seda desde Pakistán a China, la revista National Geographic describió a esta tribu como una de las más longevas que existían en la tierra. Entre las costumbres a las que muchos atribuyen su impresionante capacidad de mantener su juventud y salud, se encuentran sus periodos regulares de ayuno; una dieta baja en proteínas y rica en altas cantidades de frutas y verduras crudas; un baño diario de agua helada (incluso en aquellos días donde la temperatura no sube de -15º C); y la práctica de ejercicio regular, tanto en adultos, niños, mujeres y ancianos, especialmente trabajando en los cultivos o caminando decenas de kilómetros diarios en un paisaje particularmente escarpado.
Un pueblo sin enfermedades
El médico inglés Sir Robert McCarrison, ex director del Consejo de Nutrición de la India (cuando ese país era aun una colonia británica), fue el primer científico en hacer un estudio serio del país Hunza. Después de tres años de vivir entre sus habitantes, aseguró que no pudo detectar un solo caso de cáncer, de ulcera gástrica, de apendicitis y de otras enfermedades características del mundo occidental.
Tras analizar exhaustivamente todos los factores y variables capaces de influir en el estado de salud de los hunzas (tales como raza y herencia genética, higiene, alimentación, actividad física y diversos factores medioambientales), McCarrison concluyó que el elemento clave que explicaba su extraordinaria salud, vitalidad y longevidad era su alimentación, incluyendo el hecho que cultivan sus tierras en terracerías con abonos exclusivamente orgánicos, sin usar jamás productos químicos que podrían producir una más abundante cosecha, a costa de disminuir la calidad nutritiva de los productos alimenticios.
La alimentación de los hunzas está constituida por granos enteros y toda clase de hortalizas, en especial la lechuga. También consumen frutas secas molidas con trigo entero (la fruta más abundante es el albaricoque), leche de cabra perfectamente agria, queso sin salar y papas asadas con cáscara (nunca fritas). Y jamás comen azúcar ni pan blanco, ni otros derivados de la harina. Algunos investigadores han catalogado su dieta, de hecho, como lacto-vegetariana, donde la mayor parte de ella consiste en consumir agua de glaciar, leche no pasteurizada, vegetales de hojas verdes y hortalizas.
El ejercicio también es una práctica bastante arraigada entre los Hunza. Tanto ancianos como mujeres y niños, por el simple hecho de atender las siembras en sus pequeñas parcelas diseminadas entre los montes escarpados, suelen hacer largas caminas bajando y subiendo empinadas pendientes. Beben vino de frutas como único licor y sólo el dos por ciento de la población adulta fuma y lo hace en pipas. Además, no usan drogas ni vacunas de ninguna especie, y el agua que beben es la acumulada en las montañas, con toda la pureza y ligereza del agua de lluvia (El Dr. Henri Coanda, científico rumano y ganador del Premio Nobel, tras estudiar el agua del valle Hunza para determinar sus efectos contra las enfermedades, descubrió que, al venir de los glaciares de las montañas de Hunza, tenía una viscosidad diferente con un ph alcalino mayor, altos niveles de hidrógeno activo, potencial redox negativo y un alto mineral coloidal contenido).
Los investigadores Sir Aurel Stein, R. C. F. Shoemberg y John Clark (este último en su obra “Hunza, el reino perdido en los Himalayas”), además del mismo Robert McCarrison, todos los cuales estudiaron a fondo a este enigmático pueblo, coincidieron en lo siguiente: 1) El pueblo Hunza conserva una salud perfecta hasta mas allá de los cien años 2) El promedio de vida es de más de 100 años 3) Las mujeres de setenta años de edad tienen, por lo general, la apariencia de una europea de cuarenta 4) no existe la obesidad 5) No se considera una rareza el que el hombre engendre a los noventa años de edad 6) Hasta pocos días antes de morir las personas conservan todas sus facultades físicas y mentales 7) Personas de mas de 70 años recorren hasta 100 kilómetros, subiendo y bajando montañas, solo con breves intervalos de descanso, en una sola jornada, y al otro día están en su trabajo sin señales de agotamiento y 8) Las mujeres hacen casi tanto ejercicio como los hombres, recorriendo hasta 20 kilómetros diarios subiendo o bajando empinadas pendientes.
Al preguntarles a los propios habitantes de la tribu Hunza sobre el secreto de su longevidad, ellos sólo se limitan a recomendar una dieta vegetariana, trabajar y moverse constantemente.
La mayoría del pueblo Hunza, al contrario que sus vecinos, tienen la tez blanca y los ojos claros, por lo que se los señala como los descendientes perdidos del ejército de Alejandro Magno cuando invadió India. Y todavía viven, amistosos, saludables y longevos, en medio de un paisaje jalonado por montañas escarpadas cubiertas de nieve, profundos desfiladeros y torrentes que nacen de los glaciares más grandes del mundo, permaneciendo prácticamente aislados hace más de 2 mil años del resto del mundo.
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