Si la humanidad comiese menos carne y basase su alimentación en vegetales, frutas y alternativas a la carne, se evitarían millones de muertes por motivos de salud para el año 2050.
Además, se reducirían considerablemente las emisiones de gases de efecto invernadero y se ahorrarían miles de millones de euros en tratamientos médicos asociados al consumo de carne y a los desastres climáticos.
Por supuesto, billones de animales evitarían una vida miserable y una muerte inhumana en manos de la cruel industria cárnica.
Un estudio de la Universidad de Oxford es el primero que ha investigado los efectos en la salud y el medioambiente, de manera combinada, de cuatro dietas en las que se reduce el consumo de carne en distintos grados. El estudio abarca a todas las regiones del mundo.
El autor del estudio, Marco Springmann, declaraba que "no esperamos que todo el mundo pase a alimentarse con productos veganos", pero añadía, "adoptar una alimentación más saludable y sostenible puede ser un gran paso en la dirección adecuada".
Springmann, que trabaja en el Oxford Martin Programme on the Future of Food, advertía que "los enormes beneficios proyectados por el estudio deberían animar a las personas, industrias y políticos a actuar de manera decidida para asegurar que lo que comemos beneficia a nuestro medioambiente y a nuestra salud".
Para evaluar el impacto en la salud y el medioambiente los autores modelaron cuatro escenarios posibles para el año 2050. Uno en el que las sociedades seguían alimentándose tal y como en día se alimentan; otro en el que se cumplían las directrices mundiales actuales para una alimentación correcta; otro en el que seguía una alimentación vegetariana y por último una vegana.
El estudio revela que una dieta global que se ciñese a las directrices actuales evitaría 5.1 millones de muertes. Mayor reducción aún tendrían las dietas vegetarianas (7.3 millones de muertes evitadas) y la vegana (8.1 millones de muertes).
En el aspecto climático el estudio proyecta que para el año 2050 la mitad de los gases de efecto invernadero que el mundo podría permitirse provendrían de nuestro actual modelo alimentario. Ciñéndonos a una alimentación acorde a las directrices actuales las emisiones se reducirían un 29%; en una alimentación vegetariana se reducirían hasta un 63%; en una vegana, hasta un 70%.
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