Basta con aplicar solamente un poco de lógica para comprender que el Mundo es cada vez menos parecido a lo que nos enseñaron hace unas décadas. Pero no por las modas, el avance tecnológico, las nuevas ideas, sino porque todo aquello que aprendimos que era el “Todo”, cada vez ser acerca más a la “Nada”.
Se trata de un cambio de paradigma que implica que nada se perderá en el sentido de los apocalípticos que prometen un Fin del Mundo a plazos, es un cambio interno, en la conciencia de cada ser humano que propone una ascensión sobre lo que hasta hoy conocemos como el Sistema.
Pasamos de un estado donde todo estaba hecho y nada podía ser alterado (política, religión, educación, etc), a otro donde la realidad puede ser modificada según el grado de sabiduría que cada quien alcance, entendiendo “sabiduría” no como conjunto de conocimientos sino como elección interna de bienestar o malestar que se proyecta en la realidad.
Para decirlo más claramente, la realidad no es más que un holograma del cual tú decides si te hace feliz o te afecta. Según enfoques tu conciencia en emociones y pensamientos, por ley de correspondencia, las experiencias que el mundo exterior te brinde serán buenas o malas.
Asistimos al mayor cambio que el Planeta haya experimentado en milenios, un salto cuántico donde las frecuencias de energía ya están actuando para adecuar hasta el ADN a las nuevas vibraciones que están llegando a nosotros.
La Tierra lo sabe y está latiendo más rápido y eso impacta en nuestra vida diaria que parece más acelerada.
En suma, los cambios físicos y emocionales que estás observando no tienen raíz patológica sino por el contrario, significan que estás entre los que están avanzando hacia el nuevo estadio que le sigue a la Humanidad.
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