La Tierra nació a partir del movimiento en espiral de una nube de gas y polvo cósmico. Desde entonces, las espirales forman parte de nuestro entorno cotidiano. Podemos contemplarlas en todos los niveles posibles, tanto en el espacio como en el tiempo. La espiral aparece en la naturaleza y en la ciencia: describe la rotación del universo, los movimientos de las estrellas. Las hallamos en las galaxias, en el Sistema Solar, en el código universal de la vida, en la religión y en el arte de todas las culturas humanas.
¿Cuál es su significado más profundo?
Esta forma helicoidal está presente en lo más recóndito de los seres vivos, como en la doble hélice del ADN (ácido desoxirribonucleico) que codifica nuestra herencia. Así, el espiral es una formación natural frecuente en el reino vegetal, evoca la evolución de una fuerza, de un estado. Es continuidad, desarrollo, emancipación, rotación creativa; en una palabra el espiral es fertilidad con todo lo que connota. Es el inicio y el fin, nacimiento y finitud, transformación.
El cuerpo humano también contiene la triple hélice del cordón umbilical, formado por dos arterias y una vena. Las huellas dactilares, las glándulas sudoríparas y los folículos pilosos, así como la estructura torsionada de algunos huesos y el caracol de nuestro oído interno —una de las espirales más perfectas— también evocan la misma forma, que asimismo observamos en las olas que culminan enroscándose, los caracoles, el movimiento de los ciclones o tornados y las curvas espirales divergentes o centrífugas de las galaxias.
Espiral de la Vía Láctea
Todos estos casos constituyen ejemplos de cómo la naturaleza repite una y otra vez este motivo que nos acompaña desde que nació el Sistema Solar. Al fin y al cabo, ésta es una espiral que integra otra mucho mayor: el inmenso remolino de la Vía Láctea, que gira vertiginosamente en el espacio repitiendo el mismo motivo.
En todas las culturas antiguas, el espiral es la forma natural del desarrollo y movimiento, y ha sido un símbolo del viaje hacia la vida eterna. La forma espiral se utilizó como símbolo místico de la búsqueda del alma, representando el camino que girando iba al centro de lo divino.
La concha del nautilus, un género de moluscos cefalópodos, presenta uno de los patrones espirales más sorprendentes de la naturaleza
Relacionado con el círculo, constituye también el símbolo antiguo de la diosa, de la matriz, de la fertilidad, de la fuerza femenina de la serpiente, del cambio continuo, y de la evolución del universo. Tal vez por ello, dicha forma se convirtió desde tiempos remotos en uno de los símbolos más universales de la humanidad y la encontramos en todas las civilizaciones como un icono de la vida.
Elemento arquetípico
En este sentido, la espiral es un arquetipo de nuestra psique más profunda, eje del inconsciente colectivo de Carl Jung. Podemos imaginarnos el descenso de esta forma espiro-helicoidal desde el espacio, representando así el recorrido que efectúa la energía universal para que, atravesando distintos planos, niveles y estadios del Cosmos, en su descenso se convierta en energía cada vez más densa, hasta alcanzar el estado de la materia, tal y como la conocemos. Si el recorrido es efectuado en un sentido inverso —es decir, ascendente—, representará entonces la evolución.
Si trasladamos la forma helicoidal en el espacio y en una dirección horizontal determinada, irá tomando el aspecto de un muelle y también simbolizará el proceso evolutivo humano. Este movimiento de hélice codifica el desarrollo y la continuidad de los distintos estados de la existencia. Estos se repiten, pero siempre en planos diferentes.
Las espirales son protagonistas de muchas pinturas rupestres de la antigüedad
Los grados de la Iniciación también siguen el mismo modelo. Por eso suelen expresarse gráficamente bajo la forma de una escalera de caracol ascendente. «El Dragón del Conocimiento» o «la Serpiente de la Sabiduría», aparecen con frecuencia enroscados en las columnas de algunos templos, partiendo de su base, que es la representación de lo físico y material, para ir subiendo en una lenta ascensión hacia lo superior y lo trascendente.
El vórtice de la espiral no sólo regula la vida desde un nivel galáctico hasta un nivel subatómico, sino que también refleja e incluso rige la conciencia. La espiral puede estimular los estados de sintonía espiritual, por lo que también ayuda ubicar dibujos, pinturas o fotografías de este extraordinario símbolo en lugares apropiados de la casa o del lugar de trabajo.
Por Carolina G.
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