Un artículo en la web Waking Times nos pone sobre la pista del último peligro para la salud pública creado por Monsanto y del que se habla relativamente poco, aunque ya lleva un tiempo entre nosotros. Se trata de los herbicidas ARN.
Quién más quien menos conocerá la agria polémica que rodea al componente principal del producto estrella entre los herbicidas de Monsanto, el glifosato, contenido en el herbicida comercial RoundUp, que ya ha sido nombrado como el herbicida más utilizado en la historia.
Las personas más o menos informadas ya conocerán las críticas al glifosato, un producto cancerígeno y potencialmente tóxico, que el gigante de la agrotecnología expande por el planeta sin que nadie consiga pararle los pies, a pesar de que incluso la Organización Mundial de la Salud lo clasificara como “posible carcinógeno”.
Pues bien, mientras los activistas siguen obsesionados en luchar contra la utilización del glifosato, Monsanto está recurriendo a otras atrocidades genéticamente modificadas, como los pesticidas ARN.
Recordemos que básicamente el ARN (ácido ribonucleico), es utilizado por las células para transferir información vital durante la síntesis de proteínas (producción de las proteínas que necesita la célula para sus actividades y su desarrollo).
Pues bien, tal y como explica Monsanto, este nuevo tipo de pesticidas utilizan lo que se conoce como “interferencia del ARN”:
La interferencia de ARN (ARNi) es un proceso natural que las células utilizan para rechazar o suprimir la actividad de genes específicos. Esto se hace a través de la capacidad natural de la célula de leer las instrucciones de ARN dentro de la célula y luego “decidir” si desea procesar las instrucciones o no.
Como resultado, el proceso puede rechazar o detener la producción de una proteína específica, de forma parecida a como se acciona un interruptor de luz.
Este proceso celular fue descubierto en la década de 1990 y la investigación adicional en dicha área llevó a los Dres. Fire y Mello a ganar un Premio Nobel por su trabajo en 2006.
Su trabajo premiado, y la de un sinnúmero de otros científicos, ha abierto muchas nuevas áreas de investigación en la salud humana, animal y vegetal.
Bien, así es como nos lo vende Monsanto: una tecnología maravillosa, que automáticamente relaciona con “avances en el área de la investigación” y con los “premios Nobel”, para que cualquier persona que se atreva a criticar los peligros para la salud de este procedimiento, quede como un retrógrado supersticioso y un cazurro ignorante.
Pero si nos fijamos bien en la exposición de Monsanto, lo que hace es contarnos los que es la “interferencia de ARN”, pero en ningún caso nos expone los efectos de la aplicación de tecnología que utiliza este proceso celular.
Por supuesto, la tecnología es utilizada para silenciar genes en los insectos que se alimentan de los cultivos, pero como ya viene siendo habitual en las prácticas de la agroindustria, no aportan ni una sola prueba que demuestre que los pesticidas ARN no van a silenciar los genes de destinatarios no deseados, como otros componentes de la vida silvestre o los propios seres humanos.
De hecho, el profesor de la Universidad de Canterbury, Jack Heinemann, publicó los resultados de una investigación genética llevada a cabo en el trigo transgénico de Monsanto, que mostró sin “ninguna duda”, que moléculas creadas en el trigo, que tienen el objetivo de silenciar genes para cambiar su contenido de hidratos de carbono, puede afectar a genes humanos y potencialmente silenciarlos.
Según el análisis de Heinemann, el silenciamiento del ARN provocado por estos pesticidas ARN, están alterando las características nutricionales de los cultivos, y pueden dar lugar a cambios significativos en la forma en que la glucosa y los hidratos de carbono se almacenan en el cuerpo humano, causando resultados potencialmente letales.
Heinemann informó que su investigación reveló más de 770 páginas de posibles coincidencias entre dos genes transgénicos en el trigo y el genoma humano. Más de una docena de coincidencias eran “suficientes para causar el silenciamiento de genes en sistemas experimentales”, dijo.
Múltiples estudios científicos ya advierten de los potenciales peligros de estas técnicas y de la necesidad de incrementar los estudios científicos antes de comercializar estos productos basados en el ARN de interferencia.
Uno de estos estudios, concluye que los riesgos del ARN de interferencia utilizado en estos nuevos pesticidas genéticos, lo conlleva el conocido como Micro ARN (miARN).
El microARN consiste básicamente en pequeños fragmentos de ARN que interactúan con los genes, esencialmente, provocando la suspensión de ciertos genes para que no se expresen. Este Micro ARN se puede encontrar de forma natural en los fluidos corporales humanos.
Sin embargo, el microARN también existe en las plantas, y las investigaciones han demostrado que el consumo de las plantas equivocadas puede transferir el microARN de las plantas a los seres humanos, con consecuencias potencialmente devastadoras.
Un estudio, publicado en 2011, determinó que el microARN de alimentos vegetales cocidos como el arroz, el trigo y las patatas, puede acumularse en la sangre y los tejidos, dando lugar a una serie de posibles problemas para la salud.
El estudio reveló además que el microARN permanece completamente estable no sólo después de que se cocinen los vegetales, sino también tras todo el proceso de digestión.
Lo más importante es que los investigadores encontraron una cantidad significativa de microARN en el cuerpo humano, concluyendo que:
“…los fragmentos de Micro ARN de plantas son adquiridos principalmente por vía oral, a través de la ingesta de alimentos”
Ha sido ampliamente demostrado que el MicroARN altera muchos procesos biológicos críticos, incluyendo la apoptosis (el proceso de muerte celular programada y fragmentación del ADN). Como resultado, la desregulación de microARN se ha relacionado con el cáncer y otras enfermedades.
Además, el microARN de las plantas, interfiere con el microARN humano mediante la imitación y unión a los receptores y también, potencialmente, a través de alteraciones en la expresión génica.
De nuevo pues, nos encontramos ante el mismo problema: tecnologías que se desarrollan y se aplican directamente, sin estudiar a fondo los posibles efectos negativos (o incluso devastadores), que dichas tecnologías pueden tener no solo sobre otros seres vivos o sobre el medio ambiente, sino sobre la salud de los seres humanos.
Así que Monsanto ya dispone de un nuevo veneno contra la humanidad que añadir a su arsenal y que cada vez utiliza con más intensidad.
Después de desarrollar el PCB, el DDT, el Agente Naranja y el Roundup (glifosato), ahora puede provocar daños en nuestros genes con sus pesticidas ARN, para hacer crecer aún más su imperio de 47.000 millones de dólares en detrimento del medio ambiente y la salud de todos.
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