“La energía sexual es la energía creativa que mueve la vida, nuestra voluntad y deseos” (Carl Gustav Jung)
El objetivo de este artículo no es juzgar moralmente al practicante de sexo casual o a los adeptos a las demás modalidades sexuales denominadas no “convencionales”, sino rescatar de la milenaria enseñanza filosófico-religiosa taoísta de la China antigua, del también milenario conocimiento tántrico hindú y del secular espiritismo, algunas informaciones y tópicos que puedan ser compatibles con el tema elegido para el texto. Es lo que veremos a continuación.
El sexo, admirable fuente de felicidad y placer, debido al fácil apego que genera, siempre ha sido causa también de sufrimientos y adulteraciones. La prostitución y la explotación sexual existen desde tiempos inmemoriales, pero actualmente han adquirido una dimensión tal que el sexo, asociado a la propaganda, estimulado por los medios de comunicación e incentivado como manera de vivir, se ha desviado totalmente de la fuente de alegría y placer que ha sido siempre.
La banalización del sexo ha venido como consecuencia de la banalización del amor. No debería haber problemas o prohibiciones religiosas, exigencias de celibato o cobranzas de fidelidad, pero como se ha perdido la noción de lo que sea el amor y éste ha sido sustituido por el apego, generando celos, venganzas y deseos vehementes de repetición del placer sexual, el sexo ha acabado por convertirse en un problema a enfrentar y combatir.
SEXO, PERMUTA DE ENERGÍAS
Siempre que los cuerpos se unen en un beso, en un abrazo o incluso en un simple toque, se produce un intercambio de energías. Si la unión es sensual, en un beso o acto sexual, la liberación energético-informativa hormonal que se verifica estimula todas las células del cuerpo y hace que la transferencia energética sea mucho más intensa. La relación sexual es un intercambio íntimo de fluidos vitales, hormonas y energía sutil. El clímax, en el orgasmo, es el ápice en la formación de un vínculo energético entre los miembros de la pareja. Se crea, entonces, una memoria energética celular común, un evento que vincula permanentemente a los dos compañeros.
Desde este punto de vista no hay sexo seguro, pues siempre habrá intercambio y vínculo energéticos que harán al compañero(a) permanecer en nosotros. De esa forma, como dentro de la experiencia sexual hay un intercambio químico, hormonal y energético profundo, si el acto sexual se practica con personas fuera de sintonía con nuestra frecuencia personal, toda la “basura” de aquella persona vendrá a desarmonizar nuestra vibración.
SEXO Y AMOR
Cada vez que determinada persona invita a otra a la comunión sexual o acepta de alguien un llamado en ese sentido, en bases de afinidad y confianza, se establece entre ambos un circuito de fuerzas, por el cual la pareja se alimenta psíquicamente de energías espirituales en régimen de reciprocidad. Podemos cuestionar: Sin amor ¿por qué querríamos vincularnos a alguien que poco o nada conocemos?
El verdadero amor no es posesivo y no busca incesantemente el sexo, pues por si solo ya es desapegado y fuente inagotable de placer. No obstante, actualmente, cuando se habla de amor, se habla de satisfacción de carencias del ego. Se ama con el cerebro y no con el corazón.
Ser atrayente sexualmente y “libre” es la moda actual, y se vive en busca de valores sensoriales. A falta de una manera más profunda de vivir, nos sumergimos en el placer de los sentidos como una fuga, y el sexo es el mayor de esos placeres. La sexualidad, que debería ser un puente en niveles más elevados de conciencia, se pierde en el instinto y en el apego sensorial, y equivoca el objetivo correcto que debería ser la espiritualidad y el vínculo espiritual/amoroso entre dos seres.
SEXO, FREUD Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN
Desde el adviento del psicoanálisis, con Sigmund Freud, el hombre ha descubierto que entre los procesos psicológicos había una interpenetración de factores sexuales. Freud, sin embargo, atribuía a esos factores sexuales las causas de los procesos psicopatológicos. Su trabajo fue importante porque mostró cómo el factor sexual puede entrar en el hombre, manipulándolo a voluntad para hacer de él un individuo mejor, por la psicoterapia.
Sin embargo, como todo conocimiento humano puede ser bien o mal utilizado, la gran oleada de sensualismo que nos imponen los medios de comunicación viene de esa manipulación. El interés no es otro sino ganar dinero y crear puestos de poder, pues se sirven para eso, desgraciadamente, de ciertos puntos de la debilidad humana, que han sido descubiertos con finalidades terapéuticas, para inducir al individuo a la dependencia psíquica. Como han hecho con la pólvora – inventada para fines útiles – en las guerras, han hecho de los conocimientos de la sexualidad en los mecanismos psicológicos de Freud, máquinas de ganar dinero y poder, empleando la manipulación y la dependencia.
SEXO Y (AUTO) RESPONSABILIDAD
Si no dominamos nuestros impulsos sexuales, podremos ser perjudicados por las ataduras kármicas por donde fluyen sentimientos entre las personas conectadas por las relaciones sexuales. Por ejemplo, si dormimos con una persona malhumorada, con crisis de depresión o con mucha ira, pasamos a vivenciar esas pesadas emociones de nuestro(a) compañero(a). Muchas veces, inclusive, empezamos a presentar su mismo comportamiento…
Sería más inteligente por nuestra parte elegir con cuidado nuestras parejas. El estado emocional que experimentemos a la hora de la relación, será lo que vayamos a implantar en nuestro compañero o compañera.
Antes de envolvernos con alguien, debemos ponderar amorosamente qué es lo que esto va a generar en la otra persona y en nosotros mismos. Por eso, conocer el carácter de esa persona se hace importante en toda relación de entrega íntima.
El sexo es espíritu y vida al servicio de la felicidad y de la armonía del universo. Por consiguiente, reclama responsabilidad y discernimiento, dónde y cuándo se exprese. Por eso mismo el individuo necesita y debe saber qué hacer con su energía sexual, observando cómo, con quién y para quién se sirve de tales recursos, entendiéndose que todos los compromisos en la vida sexual están igualmente subordinados a la Ley de Causa y Efecto; y, según ese exacto principio, de todo lo que demos a otro en el mundo afectivo, ese otro también nos dará.
Por Flávio Bastos
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